Gabrielle Bonheur Chanel nació en una casa sin muchos recursos; cuando murió su madre y era ella una niña de 12 años, su padre, vendedor itinerante, la mandó a vivir a un convento. Ahí aprendió a coser. Años después, se convertiría en la mujer más influyente en el mundo de la moda, creando un imperio, liberando a las mujeres de estructuras rígidas e incómodas como el corset, e instalando clásicos como el simple vestido negro o el insigne traje dos piezas que lleva su apellido.
Los detalles de su infancia son pocos, pero siempre arrojan una historia dura y de muchas privaciones, que la llevó a pasar su adolescencia en el convento. Luego Chanel intentó hacer carrera en el mundo del espectáculo, presentándose como cantante en bares y pequeños shows; de esa época nació el apodo “Coco”. Fue en esta pasada por los escenarios donde conoció a Étienne Balsan, un heredero de la industria textil y socialité, y se convirtió en su amante por tres años, entrando a una vida de lujos. Conoció a su amigo Edward Capel, y entre los dos se batallaron su amor, pero también la empujaron a un mismo camino, ayudándola a montar un negocio que partió con el diseño de sombreros. En 1910 abrió su primera boutique en París, y cuando la actriz Gabrielle Dorziat usó uno de sus modelos de sombrero, todo comenzó a avanzar rápido.
En 1913 abrió otra tienda en Deauville y ahí comienza Coco Chanel y el mundo de la ropa, que cambiaría la manera de vestir de las mujeres: alivianó diseños, quitó restricciones incómodas, y abogó por hacer ropa más sencilla, más fácil de llevar y que permitiera el movimiento. Adiós al corset, los falsos y las hombreras. Modernizó el clóset femenino, partiendo por un exitoso modelo de vestido que hizo con un chaleco alargado, y que cientos copiaron de ella. Entrando en los años 20, Chanel armaba un imperio de varias tiendas, donde amplió el negocio a accesorios, importantísimos en su look minimalista, y también fue la primera famosa creadora de perfumes, con su mítico Chanel °5. Ella fue quien impuso también el “little black dress”, desterrando al negro desde sólo para funerales, e introduciéndolo como un símbolo de estilo y de alta noche. Además creó el mítico traje Chanel, de cortes simples, que permite movimiento y de telas como lana o tweed.
Chanel se convirtió en la diseñadora más famosa del mundo, creando no sólo ropa para su boutique, sino para ballets o películas de Hollywood; estrellas como Greta Garbo se transformaron en sus clientas, mientras Chanel, en el olimpo, hizo amistad y se codeaba con miembros de la realeza europea.
Pero vino la guerra, cambiaron las cosas; para la segunda guerra mundial Coco Chanel cerró sus tiendas. La historia acá se pone compleja, ya que Chanel, como tantas otras figuras históricas, es una de luces y sombras: fue amante de un alto militar Nazi, y documentos han demostrado que, probablemente, fue agente para Alemania en la guerra. Aunque al término del conflicto fue detenida por las sospechas en su contra, fue rápidamente liberada -algunos dicen que por su cercanía con Winston Churchill- y se radicó por diez años en Suiza.
Pero volvió; y aunque le costó, en los años cincuenta reabrió su tienda y fábrica y, lentamente, recuperó su lugar en la cima del mundo de la moda; aunque muchos dijeron que estaba pasada de moda, ella probó que la elegancia no tiene tiempo ni lugar, sino que es eterna. Coco Chanel lo logró, y siguió siendo un referente hasta su muerte en 1971. Tras un par de años, llegó Karl Lagerfeld a la casa de
modas, e hizo suyo el imperio.