Clara Immerwahr, alemana de ascendencia judía, se doctoró en química en 1900 en la la Universidad de Breslavia, el primero conseguido por una mujer en esta materia.
Hija del científico Philipp Immerwahr y Anna Krohn, nació cerca de Polonia. Creció en la granja con sus tres hermanos mayores. Cuando tenía 20 años, su mamá murió de cáncer y ella se mudó con su papá a Breslavia. Desde pequeña no siguió lo que la sociedad de la época determinaba como los “rasgos propios de su género”. Quería estudiar química, pero como no tenía permitido entrar a la educación superior se convirtió en institutriz.
En 1896 la aceptaron como oyente en las clases de la universidad. Para ella no era suficiente. Luchó por dar el examen de ingreso formal al doctorado de química; fue la primera mujer en aprobarlo y luego doctorarse en su especialidad.
Empezó su carrera como asistente de su director de tesis. Publicó artículos y dio clases en escuelas para “señoritas”. Contrajo matrimonio con su colega Fritz Haber, quien años antes le había pedido su mano. Esa vez ella no aceptó porque quería dedicarse a sus estudios.
Se mudaron a Alemania donde Harber trabajó como profesor. Nació Hermann, su único hijo, por lo que Clara dejó su carrera. Fritz hizo un viaje profesional de cinco meses a Estados Unidos. Después, descubrió el método para producir amoníaco, lo que revolucionó la economía al empezar a utilizarse para la fabricación de fertilizantes para la producción de cultivos.
Mientras ella se apagaba, él adquirió fama. Su hallazgo de ese gas tóxico sirvió para la fabricación de armas bélicas. Clara, pese a que siempre lo apoyó y ayudó con “silenciosa cooperación”, esta vez lo consideró un criminal.
Clara se suicidó con un disparo en el pecho en 1915. En su honor, la Universidad de Girona, España, creó el Premio Clara Immerwahr para reconocer y dar visibilidad a la tarea de jóvenes investigadoras del ámbito de la química que destacan en la indagación de la catálisis.