Amanda Peña cofundó Andinas Chile, red colaborativa de geocientíficas chilenas que busca visibilizar a mujeres en diversas especialidades de este campo del conocimiento; fortalecerlas, vincularlas y promover sus aportes. Amanda es una de las Bacanas Sub 30 de 2021, elegida por Mujeres Bacanas y el Programa de la Autoestima de Dove.
Los veranos de su infancia, los pasó en la casa de campo de su abuela materna Victoria en Codegua, cerca de San Fernando. La veía preparar la tierra para la siembra y cosechar. Ahí tuvo su primera conexión con lo que a ella le importaba, la naturaleza. Cuando iba en quinto básico decidió que quería “salvar el planeta”. Entonces hizo todos los meses un mural para su sala de clases sobre el ecosistema y preparó una presentación para su colegio sobre la importancia de cuidar el mundo. Sin embargo, no tuvo muy buena recepción, parecía que a nadie le importaba.
Su mamá y papá fueron fundamentales en sus motivaciones. También Alicia, su abuela paterna sindicalista, quien le contaba sobre su experiencia de empoderamiento; fue una referenta en términos de fortaleza femenina y le enseñó que nunca debía quedarse callada, aunque otras personas se pudieran enojar.
Amanda se cuestionó si defender el medioambiente significaba abandonar las luchas sociales. Era difícil para ella entender que ambos intereses podían coexistir. Por un tiempo pausó su activismo ambiental, asistió a un taller de educación política estudiantil en la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile. En 3º medio fue elegida presidenta del centro de estudiantes de su colegio.
Postuló a la Universidad de Chile para estudiar Geología. El primer año comenzó a prepararse para ser parte del Centro de Estudiantes de Ingeniería (CEI). Mujeres que vio durante su enseñanza básica e inicios de la enseñanza media como la diputada Camila Vallejo y la entonces presidenta Michelle Bachelet fueron ejemplos de liderazgo, más allá de sus tendencias partidistas.
A los 19 años se convirtió en la Encargada de Extensión del CEI y forjó una alianza con Espacio Mandela para contribuir al proceso de reinserción de personas internas en la cárcel Santiago 1, entre otros proyectos. Durante un año hizo clases a reos para que ellos pudieran completar sus estudios básicos. Así se dio cuenta que quería llevar a cabo acciones más concretas y aportar de manera constante.
Cuando tuvo que escoger su especialidad optó por lo que su niña de 9 años amaba, las Ciencias de la Tierra; renació su activismo ambiental. Pensó en congelar la carrera porque quería hacer una pasantía social en algún país vulnerable para aportar efectivamente y no quedarse en el asistencialismo. Junto a la encargada de vinculación internacional y un equipo organizó el primer “piloto” del Programa de Prácticas Integrales. Amanda viajó a Haití y al volver fue contratada por la Universidad de Chile para coordinar la creación del Programa de Prácticas Integrales.
Trabajó e hizo su práctica de divulgación científica en el Parque Andino Juncal. Ahí pudo entender cómo funcionaba la conservación pública y privada y se reencontró con la lucha ambiental. La ONG chilena CEUS -relacionada con sustentabilidad, crisis climática y medio ambiente-, la invitó a dar una charla. Tras sus aprendizajes sentía que podía “aportar al renacer de la sustentabilidad en las comunidades, para que esto no fuera el último pilar en resolver, sino que se considerara algo transversal”.
Cuando se dio cuenta que la geociencia podía tener un compromiso y rol social activo, y que se podía trabajar desde su especialidad, se enamoró del agua. Aprendió sobre legislación ambiental y participó de instancias ciudadanas sobre escasez hídrica. Integró la Fundación Relaves, donde estudió la contaminación de la minería. Y además ingresó a la Fundación Futaleufú Riverkeeper, que se dedica a la protección y conservación de la cuenca del Río Futaleufú. Actualmente colabora en el Programa de Monitoreo de Calidad de Agua Comunitario
Durante las tomas feministas del 2018 afloró todo su “rollo de género”: “Antes pensaba que el problema era yo por ser mujer, no la sociedad por la situación en la que nos encontrábamos”. Con un grupo de ocho mujeres cofundó Andinas Chile que representa dos cosas que le había costado reconocer: su género y su pasión por la tierra.
El gran desafío “ya no es sólo llegar a niñas/adolescentes/mujeres/incidencias””, sino que a las personas que viven en el territorio. Enseñar sobre los peligros geológicos y la escasez hídrica. Socializar que cada disciplina de la geociencia aporta a tener un mundo mejor, “sobre todo en los eventos extremos que vamos a empezar a vivir por la emergencia climática”.
Amanda reconoce que para construir su autoestima fue fundamental sentirse reflejada en otras mujeres, ver a científicas ocupando roles públicos activos, escuchar sus testimonios y preguntarse todos los días: ¿hoy estoy haciendo lo que quiero hacer?