Adriana fue hija del médico chileno Franz Hoffmann, y de la siquiatra y guía espiritual Helena Jacoby, más conocida como Lola Hoffmann. Adriana recuerda sus paseos familiares por el bosque y la playa, durante los cuales aprendía de árboles y plantas. Entró a estudiar Agronomía en la Universidad de Chile, carrera de la que se retiró porque era muy técnica: lo que ella quería era estar, cuidar, aprender y enseñar sobre la naturaleza.
Hoffmann publicó libros sobre botánica y medio ambiente mucho antes de que el cuidado de la Tierra se volviera una preocupación popular. Es coautora, por ejemplo, del emblemático libro De cómo Margarita Flores puede cuidar su salud y ayudar a cuidar el planeta (1990), que ha sido referente para los niños chilenos. Publicó además La tragedia del bosque chileno y la guía Flora silvestre de Chile. Zona araucana. Para hacer muchos de sus libros, se embarcó en travesías y exploraciones por los confines de Chile con el fin de registrar sus especies naturales.
Durante los años noventa, desde la ONG Defensores del Bosque Chileno, Adriana Hoffmann comenzó a proponer temas relacionados con el cuidado de la naturaleza en la agenda pública. En 1997, de hecho, Naciones Unidas la reconoció como una de las veinticinco líderes ambientalistas de esa década y en 1999 obtuvo el Premio Nacional de Medio Ambiente. También fue directora ejecutiva de la Comisión Nacional de Medio Ambiente, un cargo gubernamental al que llegó en el año 2000 y donde alcanzó a iniciar Sendero de Chile, un proyecto para unir Visviri con Tierra del Fuego a través de senderos precordilleranos.
Su labor ha sido reconocida con múltiples honores. En 2015 el Ministerio del Medio Ambiente impulsó la Academia de Formación Ambiental Adriana Hoffmann, que imparte cursos para formar líderes ambientales y entregar educación ambientalista a nuevas generaciones. Además, en 2018 Hoffmann vio cómo uno de sus grandes sueños, fundar un centro de educación ambiental en el Parque Cantalao, comenzó finalmente a materializarse tras más de una década desde que presentó la idea. El terreno en la precordillera de Santiago, hábitat de halcones peregrinos y picaflores, recibirá a nuevas generaciones que buscan aprender y cuidar la naturaleza, de la misma manera como lo ha hecho Hoffmann la vida entera. Lo que más le importa, ha dicho, es que sea abierto para todos.