En el empobrecido Japón de la posguerra las mujeres tuvieron los primeros espacios para continuar con la educación superior. Tomoko Ohta fue de estas pioneras, y se terminó convirtiendo en una eminencia de la genética de poblaciones y la evolución.
Ohta nació en la ciudad de Miyoshi y le gustaba la ciencia. Aprovechando que las mujeres podrían ir a la universidad dio la prueba de Medicina, pero fracasó. Terminó estudiando Agricultura, cosa que no le apasionaba, trabajó por años en una editorial donde no tenía ningún interés y finalmente por ayuda de un familiar encontró trabajo en el Instituto de Investigación biológica de Kihara. Acercándose cada vez más a su vocación, se fue a estudiar a Estados Unidos, a la Universidad de Carolina del Norte. Su mente no sólo tenía facilidades para la biología, sino que para las matemáticas y entró al área de la genética de poblaciones. En estos años se había descubierto la estructura del ADN, y era el momento de estudiar cómo era que nuestros genes van evolucionando.
Después de obtener su doctorado en EE.UU. volvió a Japón, donde tuvo que convencer al biólogo Motoo Kimura, el único en el país que estaba estudiando las genéticas de la población, para unirse a su laboratorio. Tomoko se demoró dos años en ganarse su confianza completa, por ser mujer. Bajo la tutela de Kimura, Ohta se convenció que la teoría neutralista de la evolución molecular era la correcta, publicando su primer paper al respecto en los años 70. En esa teoría, son procesos genéticos aleatorios los que mayormente influyen en los códigos genéticos de cada especie. Ohta a partir de esto desarrolló la Teoría de la Evolución casi Neutral.
Las interpretaciones de Ohta por años encontraron dudas en la comunidad científica, hasta que la tecnología de los años 90 permitió que se comprobara que sus postulados eran en su mayoría correctos.
En el año 2015, Tomoko recibió el importante Premio Crafoord, entregado en Suecia como una especie de complemento al Nobel. También ha sido nombrada Persona de Mérito Cultural y obtuvo el Orden de la Cultura, uno de los únicos premios de Japón para hombres y mujeres que han aportado en el arte y la ciencia.