Fue una de las mujeres que más aportó a la ciencia en Gran Bretaña, como paleontóloga y recolectora de fósiles. Sin haber estudiado ni ser científica profesional, Mary Anning dedicó su vida a descubrir los restos de animales prehistóricos, haciendo una contribución enorme a la comunidad científica. Por ser mujer, no se le reconoció mucho de su trabajo y aportes.
Nació en un pueblo costero llamado Lyme Regis, al sur de Inglaterra, en una familia pobre donde muchos de sus hermanos no sobrevivieron. El padre de Mary era carpintero y llevaba a su hija e hijo a recoger conchas y restos marinos en la orilla del mar y los riscos aledaños, para luego venderle a los turistas. El padre de Mary murió cuando ella tenía diez años, y ella tuvo que dedicarse por completo a esa ocupación; siempre viviría al borde de la pobreza y tuvo muy poca educación formal, aunque aprendió a leer y escribir.
El primer gran hallazgo vino cuando tenía 12 años y estaban buscando fósiles con su hermano. Encontraron un cráneo, que Mary delicadamente extrajo de la roca martillando. Era el primer fósil completo de un ictiosaurio, una especie de lagarto y pez. Sería el primero de una serie de hallazgos que ella rescataría para el mundo; sus fósiles pertenecían al periodo jurásico, como el plesiosaurio o el pterosaurio, y científicos visitaban a Mary para comprarlos y estudiarlos. Al ser mujer, no se le permitía ser parte de la Sociedad Geológica de Londres. Así, aunque eventualmente hizo amistad con un científico que la ayudó a montar su propio negocio, vivió siempre precariamente, salvando fósiles para que luego los hombres escribieran sobre estos esqueletos en publicaciones científicas.
Mary Anning murió a los 47 años de cáncer; ante su enfermedad, las sociedades científicas masculinas que le habían negado el ingreso juntaron dinero, organizaron también sus funerales y homenajes. El presidente de la Sociedad Geológica hizo un discurso en su funeral que fue luego publicado; era el primero para una mujer y años antes de que permitieran el ingreso a la organización a científicas, en 1904. El mismísimo Charles Dickens escribió sobre ella: “La hija del carpintero que se ganó un nombre por sí misma, y que lo merecía”.