Fue recién a mediados del siglo XIX que el lavado de manos se comenzó a considerar como una medida de higiene básica e importante en el mundo médico; recién se popularizó a principios del siglo XX. Años después, fue una enfermera llamada Lupe Hernández quien inventó un derivado de ese descubrimiento, vital en días de pandemia: el alcohol gel.
Hay poca información sobre su vida, pero se sabe que en 1966 Hernández, que vivía en una ciudad llamada Bakersfield -al norte de Los Angeles, en California- se dio cuenta de que el alcohol, tan necesario para matar bacterias y virus, podía funcionar en formato de gel. Esto era importante: significaba que quienes no tuvieran acceso inmediato a agua y jabón, podían también dejar sus manos limpias con el producto. Hernández luego contactó a una oficina que había visto en la televisión para patentar el producto para su venta comercial.
El alcohol gel fue inmediatamente usado en hospitales y servicios médicos, pero fue varias décadas después, a fines de los 80, que una marca estadounidense lo lanzó como un producto para las casas de la gente. Hoy ha sido fundamental en todo tipo de epidemias – no sólo Coronavirus de 2020, sino otros eventos como la de la influenza o el SARS-; incluso en el día a día, su uso puede evitar enfermedades como diarrea si higienizamos nuestras manos regularmente.