La hematóloga inglesa Lucy Wills fue quien descubrió los beneficios del ácido fólico para las embarazadas. Por ese hallazgo hace algunos días Google le dedicó un doodle para conmemorar el aniversario 131 de su nacimiento. Durante una investigación en India, Lucy Wills pudo relacionar la existencia de anemia con mala nutrición. Descubrió lo que luego se conoció como el “Factor de Wills” cuando la salud de un mono de laboratorio mejoró después de que se alimentara con la clásica pasta británica Marmite, que es un extracto de levadura. Investigaciones posteriores demostraron que el factor era el ácido fólico, que ahora se recomienda a las mujeres embarazadas de todo el mundo.
Wills tuvo una buena educación gracias a la situación económica de su familia y a los primeros derechos para las mujeres obtenidos en la época victoriana: asistió un internado británico pionero en formación de mujeres para ciencias y matemáticas, se graduó en Botánica y Geología en el Newnham College de la Universidad de Cambridge, y estudió en la London School of Medicine for Women. En 1928 comenzó su trabajo de investigación en India para tratar de entender cómo se explicaba los altos niveles de anemia en la población y sus estudios concluyeron que en el proceso estaba involucrado algún tipo de deficiencia de vitaminas. Después de varios experimentos comenzó a tratar a mujeres embarazadas con varias sustancias y demostró que el extracto de levadura era efectivo. No pudo determinar cuál era exactamente el factor determinante, que pasó a ser conocido como el Factor Wills, hasta que en 1941 el indispensable ácido fólico fue aislado en la espinaca.
Lucy Wills regresó a Londres en 1939 y continuó con su trabajo sobre la anemia y el efecto de la dieta en la salud y la enfermedad. Fue nombrada jefa de patología hasta su jubilación en 1947. Nunca dejó de lado la ciencia y volvió a trabajar en Sudáfrica y en Fiji estudiando los efectos de la nutrición en la salud. Murió a los 75 años de edad con múltiples homenajes por su perseverancia científica y ha sido recordada por su irónico sentido del humor y por ser también una gran aventurera: escaló montañas, practicó esquí de fondo y dedicó gran parte de su vida a viajar por el mundo. Murió a los 75 años de edad con múltiples homenajes por su perseverancia científica.