La primera vez que Frida Kahlo pasó una larga temporada postrada fue a los 9 años cuando sufrió de Poliomielitis. Luego a los 15 tuvo un accidente en tranvía que no sólo la dejó inmovilizada por varios meses, sino que fracturó sus huesos de la pelvis, costillas y más, destinándola a una vida de corsés y achaques. Encerrada en su propio cuerpo y por la obligación de estar en cama, Frida comenzó a pintar y a volcar en sus cuadros un mundo interior colorido y profundo. Sus pinturas reflexionaron sobre la existencia y la muerte, sobre los cuerpos y la feminidad, sobre el amor y el dolor; obras donde la mujer y su sexualidad tuvieron una nueva mirada, y donde también plasmó su propia vida.
En 1928, al unirse al partido comunista, Frida conoció a otro famoso pintor de la época, Diego Rivera. “Sufrí dos graves accidentes en mi vida”, diría ella, “Una vez un tranvía me tumbó, el otro fue conocer a Diego”. La relación de Diego y Frida los empujó en lo artístico, pero también fue sufrida e intensa, llena de peleas e infidelidades, como de amor y de ensueño. Al año siguiente de conocerse se casaron y se trasladaron por un tiempo a pintar a Cuernavaca, donde comenzó a explorar sus raíces mexicanas y a incluir lo indígena en sus pinturas. Frida desarrolló un estilo único no solo en sus pinturas, sino en su imagen. Comenzó a vestirse con los trajes Tehuana, vestidos bordados tradicionales de Oaxaca. Además, su moño, sus flores del pelo y su famosa ceja única se transformaron en elementos propios de la identidad de la pintora, tanto como lo que plasmaba en sus cuadros. Kahlo puso de manifiesto una belleza latinoamericana que no trataba de imitar lo Europeo sino que proponía una nueva femineidad.
Cuando André Breton, padre del surrealismo, vio los cuadros de Kahlo, no pudo evitar agregar a esta mexicana al conjunto de artistas que pintaban e interpretaban sueños. Sin embargo, Frida nunca se sintió cómoda con esta calificación pues según ella no pintaba sueños sino “la expresión más franca de mi ser”. Las dos Fridas, de 1939, donde versiones de ella misma se sientan unidas de la mano es quizás su obra de arte más famosa.
Kahlo se separó de Rivera en 1935 y se volvieron a casar en 1940, cuando su salud lentamente se deterioraba y su fama trascendía las fronteras. Volvería a ser operada de la columna y hospitalizada varias veces, pero nunca dejó de pintar. Su cama y atril especiales para crear arte postrada hoy se exponen en la Caza Azul, su hogar familiar de Coyoacán, que ha sido transformado en museo. En 1953 Kahlo tuvo su primera exposición en solitario en México, la que fue también la última en vida, y a la que llegó en ambulancia para luego ser depositada en una cama al centro de la galería. Murió un año después en su hogar.
* Esta bacana es parte de nuestro libro Mujeres Bacanas.