Nació en Virgina y empujada por su padre, la pequeña Katherine Johnson se mantuvo en el colegio, incluso cuando tenía que viajar kilómetros, para continuar con su educación; eran tiempos en que los afroamericanos como ella no llegaban a la universidad y a veces, sobre todo si eran mujeres, ni terminaban el colegio. Pero, a Katherine le gustaba contar: “Contaba de todo. Desde los pasos en el camino, a los escalones en la iglesia, a los platos que lavaba…todo lo que podía ser contado”. Por su inteligencia, se saltó varios cursos, graduándose del colegio a los 14 años y de la universidad a los 18, especializada, cómo no, en matemáticas.
Como tantas mujeres de la época se dedicó a la crianza, y también a hacer clases. Hasta que para la segunda guerra mundial se necesitó más fuerza de trabajo y hasta entonces ese mundo masculino se abrió a las mujeres. En la NACA, predecesora de la NASA, las mujeres tenían que ser “computadoras humanas”, recalculando túneles de viento y otras tareas tediosas; lo hicieron todas tan bien, que la organización continuó con sus servicios pasada la guerra. En ese contexto, en 1953, Katherine Jhonson se sumó a las filas de la NACA.
Lo que haría ahí sería una carrera extraordinaria: calculó la trayectoria del primer norteamericano en el espacio, y sus trabajo fue vital en las misiones de Apollo, que llevaron al hombre a la luna. Era la que creaba planes y cálculos de emergencia por si todo fallaba, las ventanas de tiempo para lanzamientos y más. Al principio se le llamaba para verificar los cálculos que hacían las primeras computadoras, luego esta física y matemática se puso a trabajar directamente con la tecnología, hasta su jubilación en los años 80. “Cuando comenzó el programa espacial, yo estaba trabajando con los chicos y tenían reuniones al respecto. Pedí permiso para ir a una. Y dijeron, ‘bueno, las chicas normalmente no vienen’. Dije: ‘¿Hay una ley al respecto?”, ha contado Johnson en entrevistas. John Glenn, el primer norteamericano en orbitar la luna, por ejemplo, pidió específicamente que Katherine Johnson calculara la trayectoria y verificara lo que decía el computador; si no, no se subía a la aeronave.
Por supuesto que siendo mujer y afroamericana, Katherine Johnson y sus logros pasaron desapercibidos por décadas, incluso habiendo escrito decenas de papers para la NASA. Hasta ahora. En 201, Katherine recibió la Medalla de la Libertad, un honor en EEUU, de manos del Presidente Obama. Y, por estos días, su vida y la de sus colegas mujeres llega al cine, con la película Hidden Figures, basada en un libro del mismo nombre de Margot Lee Shetterly sobre el desconocido legado de las mujeres negras en la NASA y la carrera espacial.
“Las mujeres son capaces de hacer todo lo que los hombres son capaces de hacer. A veces tienen más imaginación que los hombres. Los hombres no le prestan atención a los pequeños detalles”, ha dicho Johnson.
Fotos: NASA y agencias.