Nélida Ayai es la cara de una lucha que viene desde los conquistadores españoles: la extracción de oro. Para esta joven peruana este metal precioso sólo ha traído sangre y contaminación a su tierra. Un lugar donde no solo está en juego el medioambiente sino que también creencias precolombinas que existen hasta hoy.
Nació en Porcón en 1984, un pueblo agrícola peruano en el estado Cajamarca. Esta región ha tenido un boom económico gracias a la minería aurífera en las últimas dos décadas. La minera Yanacocha, que opera desde 2008, estima invertir 4.800 millones de dólares en los próximos años para extraer el oro que subyace ahí, con el proyecto de la mina de oro más grande del mundo. Pero la alegría para la transnacional por los futuros números azules han sido sólo penurias para los campesinos aledaños a las zonas de explotación. Un perjuicio que no es sólo ambiental, debido a que sus fuentes de agua se ven constantemente amenazadas y/o contaminadas, sino que según sus creencias el daño minero se le hace a la Madre Tierra, a la Pachamama y a Yacumama o Madre Agua.
Durante la infancia de Nélida una multinacional se instaló donde vivía y contaminó irreversiblemente manantiales y lagunas con cianuro y el arsénico de las minas. Crecer viendo como los intereses económicos amenazaban su territorio y la laguna que ella considera su madre ancestral, hizo que Nélida se decidiera a estudiar derecho en la ciudad, y así poder defender a su comunidad mediante las leyes.
Al protagonizar el documental del 2015, “Hija de la laguna” Nélida alcanzó la visibilidad necesaria para seguir luchando por el agua de la zona. La región del conflicto es un lugar de agricultura y ganadería, donde indígenas siguen rindiendo culto a la tierra y el agua, como el ser vivo más sagrado, mediante ritos y creencias precolombinas. Su principal enemigo es el megaproyecto Conga, de Yanacocha, que se estima secará 6 lagunas y destruirá manantiales y humedales.
Hasta la fecha, tras las protestas contra la mina, 20 indígenas han sido asesinados por defender que la Pachamama sufra, lo que no ha sido investigado por el Estado. Una situación que Nélida se empeña en que se haga conocida junto con los planes de la minera. Ella no solo aboga por los quechuas, sino que también apela a que la gente salga en defensa del agua, la vida y el medioambiente, y a la vez convertirse en un referente para ecologistas jóvenes e indígenas.