Kim Hak-soon fue la primera mujer coreana en dar públicamente su testimonio sobre los horrores que sufrió mientras era una “mujer de solaz”, una esclava sexual. Inspiradas por su coraje, otras sobrevivientes empezaron a hablar; se estima que unas 200.000 niñas y mujeres fueron llevadas a centros administrados por militares donde las esclavizaron sexualmente.
Desde 2018, en Corea del Sur cada 14 de agosto se conmemora el Día Nacional en memoria de las ex mujeres de solaz.
En 1991 escuchó la noticia de que el gobierno japonés negaba haber “reclutado” “mujeres de solaz”. En ese momento Kim se puso en contacto con un grupo de derechos de las mujeres y dijo que quería contar su verdad. Tenía tan sólo 17 años cuando fue llevada a una “estación de confort” y la convirtieron en una “mujer de solaz”, una esclava sexual al servicio del ejército nipón.
Nació en Jilin, al noreste de China, donde habían emigrado su mamá y su papá huyendo del dominio colonial japonés en Corea. Luego regresaron a Corea; a los 15 años la adoptó otra familia y la inscribió en una escuela de “kisaeng” donde le enseñaban a las mujeres canto, baile y poesía para que entretuvieran a hombres coreanos de clase alta.
Tras graduarse su padre adoptivo la llevó a China. Poco después los soldados japoneses la detuvieron y llevaron a una unidad militar. Cuando intentó resistirse o huir la maltrataron. Meses después, un día en que los soldados no estaban, escapó. Tras la rendición de Japón en 1945 se instaló en Seúl. Tuvo una hija y un hijo que murieron jóvenes. Su marido también murió durante la Guerra de Corea.
Kim empezó a hacer campañas para que el gobierno japonés asumiera su responsabilidad legal y compensara a las víctimas. A partir del año siguiente de su declaración, todos los miércoles se lleva a cabo una protesta frente a la embajada japonesa en Seúl. Pese a que en 1993 Japón emitió una disculpa y se comprometió a seguir investigando lo sucedido, Kim murió a los 73 años sin haber recibido ningún tipo de indemnización.