Nació en Talca, y a los pocos años de vida se trasladó a vivir con sus abuelos a Santiago. Julia Toro siempre ha sido una creadora artística, pero es en la fotografía donde tiene mayor fama; la primera vez que tomó una cámara tenía 38 años.
En Santiago creció en un entorno tradicional y acomodado; se casó con el pololo que tenía adolescente recién salida del colegio, y tuvo tres hijos. Trabajaba como profesora y conoció a Adolfo Couve, con quien estudió dibujo y pintura; los años siguientes seguiría explorando en diferentes soportes su creación.
Es en los años 70 cuando cambia su vida por completo; de lo tradicional pasa a lo bohemio y artístico. Se separa, y se empareja con el fotógrafo Jaime Goycolea, con quien vive un tiempo en el Valle del Elqui para después volver a la capital; en 1973 nace su cuarto hijo, y Julia toma por primera vez la cámara de fotos con intención de captar momentos.
Nunca estudió formalmente para fotógrafa, pero en las décadas siguientes se transformó en uno de los nombres fundamentales en ese mundo en Chile. Sus imágenes de la Iglesia de la Mercedes llamaron la atención en 1976, y Julia Toro se fue abriendo paso con sus fotos en blanco y negro que iban desde la captura de lo doméstico y hogareño, a la contracultura de la resistencia en la dictadura, con retratos a personajes fundamentales de la escena como Jorge Teillier, Diamela Eltit o Raúl Zurita.
Inicia los 90 con una exposición llamada Historia de un niño chileno, con un repasó a la vida de su hijo, nacido para el Golpe Militar del 73, avanzando por la dictadura y llegando hasta la democracia. Además, en su carrera destacan sus fotografías eróticas, donde incluso el desnudo masculino hace su aparición.
Ya con más de ochenta años, Julia Toro sigue pintando y escribiendo; se han hecho libros y exposiciones en los últimos años que resumen su enorme trabajo. En 2020 fue una de las ganadoras del Premio Artista Mujer, entregado por Collectio y que busca visibilizar el trabajo de chilenas de larga trayectoria.