Banco comunal: Labradoras, Temuco
La importancia de la comunidad ha marcado toda la vida de Ingrid Marinao, emprendedora de 44 años que hoy se desempeña como vendedora. Tanto en su trabajo territorial en el barrio como en sus propios emprendimientos, Ingrid ha tenido el ingenio suficiente para mejorar su vida y la de quienes la rodean.
Su aventura como vendedora partió en la feria de Labranza. Se dedicaba a la compra y venta de ropa usada; buscó prendas por Facebook y recorrió las ferias itinerantes de la zona para ofrecerlas. Con el paso de los meses construyó una clientela que confiaba en su gusto y la calidad, y quienes la incentivaron para conseguir ropa nueva.
Con el negocio más establecido, ingresó a Fondo Esperanza. “En la primera feria a la que fui me hice una amiga, que fue la que me invitó a participar. Dijo que veía en mí la responsabilidad y el entusiasmo necesarios para unirme a su grupo”, cuenta sobre esa primera reunión en la que se convenció de tener aptitudes para emprender.
Ingrid llegó al banco comunal Labradoras. Dice que desde el primer momento le pareció una ayuda casi impensada para muchas emprendedoras sin oportunidades de montar negocios. “Para los bancos no existimos. Lo que terminan haciendo los comerciantes es pedirle plata a un familiar o sacar una tarjeta de crédito que te deja sobreendeudada. Fondo Esperanza fue una opción mucho más realista que la mayoría de las entidades que facilitan dinero”, explica.
Bien sabe Ingrid que su campo es complicado, que hay períodos del año en los que las ventas bajan a tal punto que conseguir ingresos para reinvertir parece una misión titánica. “El préstamo del banco comunal sirve mucho para el mes a mes, sobre todo para los que son malos. Pasando el mes de la mamá se pone todo cuesta arriba. Durante junio y julio las ventas bajan mucho, hasta que llega el día del niño. Ahí es cuando más se agradece esta oportunidad”.
Durante la pandemia Ingrid tomó cursos de esmaltado permanente, porque no podía trabajar en ferias libres, y hasta se aventuró como conductora de Uber: “Ahí me di cuenta que hago de todo y no me quedo”.
Por estos días estudia para ser soldadora certificada. Tiene experiencia en la construcción y decidió profesionalizar sus conocimientos para darle vida a un nuevo proyecto: instalar una desabolladura de autos. “El plan es que cada idea, cada emprendimiento me lleve a algo más estable, más firme. Soy bien busquilla y lo que aparece lo trato de potenciar.”.
Su arenga es saber que puede sacar adelante cualquier idea: “Una se pone límites. No hay que frustrarse antes de empezar. Es importante decir que somos capaces. Hay que creerse el cuento y empoderarse: si las demás pueden, yo también”.