Cuando los sismógrafos fueron inventados en la segunda mitad del siglo XIX, la comunidad científica creía que la Tierra estaba compuesta de un centro líquido, rodeado de una especie de corteza. Fue la sismóloga danesa Inge Lehmann quien descubrió que en realidad el centro de la Tierra es un núcleo duro, rodeado de una capa externa líquida.
Inge nació en Copenhagen y se educó en un colegio muy progresista para la época que trataba a hombres y mujeres por igual, una anomalía en ese momento. Así, la joven tuvo que enfrentar prejuicios por su género más adelante, cuando fue parte de la comunidad científica tras estudiar Física y Matemáticas. En 1925 se convirtió en ayudante de un geólogo encargado de instalar estaciones sísmicas por Dinamarca y Groenlandia. Y en 1928 su puso a la cabeza del área de sismología en el instituto de Geodesia de su país.
En 1929 un gran sismo afectó a Nueva Zelanda. Inge estudió el comportamiento de la Tierra y estaba intrigada de porqué las ondas expansivas no se comportaban según lo que se asumía sobre el interior del planeta. Fue en 1936 cuando publicó el paper con sus conclusiones, de que las ondas habían viajado al interior de la Tierra y chocado con algún tipo de tope, indicando que el interior era duro y que luego venía un exterior líquido. Descubría así la hoy llamada Discontiuidad de Lehmann, el límite entre el núcleo duro y núcleo líquido.
Hubo que esperar hasta 1970 para que nuevas mediciones más tecnológicas confirmaran la teoría de la sismóloga danesa. La danesa se trasladó a Estados Unidos donde siguió sus estudios del centro de la Tierra, y viajó por el mundo estudiando sismos. Ya desde los años 60 que comenzó a ser honrada por la comunidad científica, y en 1971 le fue otorgada la William Bowie medal, el más importante galardón de la asociación geofísica de EE.UU; y fue la primera mujer en recibirlo. Ha sido una de las científicas más longevas de la historia, ya que llegó a cumplir 105 años.