El detrás de cámaras de Hollywood siempre ha sido un club de hombres; menos del diez por ciento de directores hoy son mujeres, por ejemplo. Por eso el legado de Ida Lupino es inmenso: una pionera tras las cámaras, y la única mujer dirigiendo películas dentro del circuito más importante de EE.UU. en los años 50.
Nació en Londres dentro una de una familia con tradición en el teatro y los espectáculos, por lo que Ida comenzó a actuar y escribir desde que era una niña. Aunque la actuación no era particularmente su oficio favorito, se perfeccionó en él empujada por sus padres, y en los años 30 comenzó a actuar en películas británicas.
Luego vino su salto a Hollywood, donde por lo general ganaba papeles como femme fatale o villana; actuó con Humphry Bogart y otros clásicos de la pantalla grande. Pero solía pelear con los guiones que le mandaban por encontrarlos poco interesantes, y estuvo suspendida varias veces por Warner Brothers por rechazar roles. En esas suspensiones, comenzó a aprender de dirección y guiones, mundos que le interesaban más. Terminó, junto a su marido, armando una pequeña productora independiente, y en 1949, dirigió su primera película, Never Fear. La productora, llamada The Filmakers, lanzó una decena de películas, algunas actuadas y otras dirigidas por Lupino; se concentraron en películas con temáticas sociales, que los grandes estudios rehuían, que incluían violación, o embarazo fuera del matrimonio, por ejemplo. Luego cerró, y Lupino dirigió un par de cintas más hasta pasarse a la TV.
En la pantalla chica continuó con su doble labor de actriz y directora, y se sentó tras la cámara de episodios de numerosas series como La Hechizada o Alfred Hitchcock presenta; es la única mujer que dirigió un capítulo de la clásica Dimensión Desconocida. A los 60 años, se retiró del mundo del espectáculo.
Murió a los 77 años por un cáncer; su autobiografía fue publicada póstumamente, y hoy la recuerdan no una, sino que dos estrellas en el paseo de la fama de Hollywood, por sus contribuciones en el cine y la TV.