La holandesa Etta Palm creó la primera organización exclusivamente femenina de la historia de Francia. También conocida como la baronesa d’Aelders, trabajó como espía para distintos gobiernos y fue una de las defensoras de los derechos de la mujer más destacada durante los primeros años de la Revolución francesa.
Tras la muerte de su padre, su madre se hizo cargo del negocio familiar pese a la negativa de sus parientes por considerarlo inapropiado para una mujer. Etta pudo estudiar y aprender varios idiomas. Luego de que su marido la abandonó estando embarazada y ella perdió a su hija al poco tiempo de nacer, decidió viajar. Conoció a miembros diplomáticos, tuvo diversos amores y a inicios de los 70 se instaló en París.
Gracias a sus conexiones, logró obtener ganancias del negocio del petróleo y el salitre. Se integró a la vida social parisina, su casa se convirtió en un lugar de encuentro para políticos e intelectuales. Informó al Magistrado Supremo de los Países Bajos sobre la diplomacia francesa y a los años el servicio secreto francés la reclutó para indagar sobre la opinión del pueblo holandés ante una posible guerra anglo-francesa.
En 1790, durante la Revolución Francesa, dio su “Discurso sobre la injusticia de las leyes a favor de los hombres, a expensas de las mujeres” ante Los Amigos de la Verdad, asociación revolucionaria de hombres. Al año siguiente, fundó la Sociedad Patriótica y de Beneficencia de las Amigas de la Verdad, un club político sólo para mujeres. Reivindicaron el derecho a la educación, la libertad política, la igualdad de género y la ley de divorcio.
A inicios de 1795 los franceses invadieron Holanda. Etta trató de persuadirlos para evitar un conflicto mayor. El comité de vigilancia revolucionario holandés la consideró sospechosa de traición. La encarcelaron durante tres años junto con Van de Spiegel, su antiguo maestro de espionaje. Cuando salió en libertad su salud se había deteriorado tanto que murió unos meses después.