Más de 600 retratos -en su mayoría de la nobleza europea, incluida María Antonieta-, convirtieron a Elizabeth Vigée en la artista francesa más importante del siglo XVIII. Su interés por la pintura nació desde muy pequeña, y su primer maestro fue su padre, Louis Vigée quién la introdujo en el mundo del arte. A pesar de ser una familia de origen humilde, la profesión de pintor de su padre les permitió ingresar en el ambiente burgués de Francia. La niña ingresó a los seis años a un internado pero esto no la alejó de la pintura, durante su estadía ahí nunca dejó de pintar.
A los 12 años muere su padre, y su madre se vuelve a casar y la incentiva a continuar en la pintura de manera profesional. A los 15 años Vigée ya tenía su propio estudio, donde se dedicó por completo a la realización de retratos.
A pesar de su juventud, su estilo se caracterizaba por una pincelada segura, que se movía entre el estilo neoclásico y romántico. Vigée no sólo utilizaba el óleo, también el pastel, carboncillo y tinta.
Sin embargo su estudio sería embargado por pintar sin licencia, al no ser parte de ninguna academia de arte. En 1774 logra ingresar a la Real Academia de pintura y escultura. El mismo año conoce al artista Jean-Baptiste Pierre Lebrun, con quien se casa para salir de la casa que compartía su madre con su padrastro con quien nunca tuvo buena relación.
Luego de ingresar a la Real Academia, Marie Louise comenzó a pintar a la nobleza francesa. A los 23 años recibió una invitación del Palacio de Versalles para pintar a la reina María Antonieta. Su trabajo fue elogiado y recibió varios encargos más por parte de la realeza. Luego del estallido de la revolución francesa tuvo que vivir en el exilio por sus vinculaciones con la monarquía y haber trabajado para ellos. Durante 12 años vivió en Italia, Austria y Rusia, durante su estancia en éste último país pintó a gran parte de la familia de Catalina la grande y fue nombrada miembro de la Academia de Bellas Artes de San Petersburgo.
Regresó a Francia con Napoleón I en el poder, consiguió ingresar en la corte y pintar a varios de sus miembros. Continuó viajando por Europa durante el siglo XIX pintando a grandes personalidades de la nobleza, transformándose en la pintora francesa más famosa de su época hasta su muerte en 1842.