Uno de los primeros vistazos a color que tuvo occidente del entonces lejano Japón, fue a través de las páginas de National Geographic, la revista de la sociedad de exploradores, creada en 1888. Las imágenes fueron tomadas por la primera mujer miembro del directorio de la sociedad –y luego su famosa revista-, y la primera mujer corresponsal, fotógrafa y cronista de la publicación, Eliza Scidmore, quien se hizo famosa llevando a su país imágenes y narraciones desde Alaska al lejano Oriente.
Nació en Iowa, pero se crió en Washington. Con casi veinte años comenzó a escribir como periodista para distintos medios, incluido The New York Times. Y cuando las mujeres aún no se movían muy lejos de su esfera doméstica, Eliza se montó en cuanto tren y barco pudo, y comenzó a escribir sus crónicas; primero desde el Oeste norteamericano, y luego, a los 27 años, fue una de las primeras que retrató, en imagen y letras, a Alaska; su libro sobre el frío territorio es uno de los primeros, ya que había sido comprado hace poco por Estados Unidos al imperio ruso.
Luego, aprovechando que su hermano tenía un trabajo diplomático, y que Japón se abría a recibir visitantes de occidente, Eliza Scidmore –que firmaba como ER Scidmore y por lo mismo era confundida con ser hombre- partió a Asia, donde estaría viajando por décadas, y reportando de vuelta en su casa.
National Geographic no sólo la había reclutado, sino que era su mujer más importante, y su cronista mejor pagada. Era la única mujer del directorio, y eventualmente fue elegida dentro del comité directivo; su opinión era fundamental, y fue ella quien ayudó a darle forma a la publicación, empujándola de ser un boletín científico y explorador a una revista para todo público, defendiendo el importante rol de las fotografías, en tiempos sin otra manera que viajar que las imágenes. Sus crónicas de Japón, publicadas en varios medios, retrataron desde la ceremonia del té a los gusanos de la seda. Kodak le entregó una cámara, y ella retrató con ella además China e India, entre otras latitudes. Su gran reportaje a color de Japón, el primero en el estilo en National Geographic, fue publicado en 1914, desplegado a 11 páginas.
Se fue luego a vivir a Ginebra, y regresó también a Estados Unidos, abogando durante tres décadas para que Washington también plantara cerezos, como su querido Japón; esto se logró en 1912, cuando se plantaron 3 mil árboles, los cuales hoy son parte fundamental del paisaje de la ciudad cuando están en flor.
Eliza jamás se casó, ni describió en sus crónicas su vida personal o acompañantes a viajes; su legado es su trabajo.