Cuando en 1977 se informó que el aplaudido autor de ciencia ficción James Tiptree Jr. era en realidad una mujer bajo seudónimo, muchos se impresionaron: no sospechaban que tras esa pluma estaba Alice B. Sheldon.
Nació en Chicago, hija de un abogado y de una escritora de libros de viaje; su infancia estuvo marcada por travesías a la lejana África para los libros de su progenitora, en los que ella además ayudaba con sus ilustraciones. Pintaría por las décadas siguientes, y tendría incluso un breve trabajo como crítica de arte en un periódico.
Dejó los estudios y se escapó para casarse joven, en un matrimonio que terminó pronto en divorcio. Fue su segundo marido, Huntington D. Shelton, con el que estaría toda la vida; este fue director de Inteligencia en la CIA, y Alice también se incorporó por unos años a trabajar en la agencia. En 1955 deja su trabajo y vuelve a estudiar, ya de cuarenta años: estudió artes y terminó sacando un doctorado en sicología experimental.
Ya había publicado historias, incluso en lugares como The New yorker, desde 1946. Pero fue en 1967 que comenzó a lanzarse de lleno en la escritura de ciencia ficción, con el nombre de James Tiptree Jr. Sus escritos tenían temas existencialistas; en uno un explorador espacial se vuelve inmune al dolor pero considera finalmente que una vida así es intolerable, por ejemplo. Otro cuento habla de una mujer que decide vivir entre alienígenas, para evitar el confinamiento vital que le produce la sociedad humana entre hombres. Se asumía siempre que bajo el seudónimo había un hombre, con algunos afirmando que era imposible que fuera mujer. Finalmente, Alice, a los 61 años, se presentó como la escritora tras Tiptree; seguiría publicando bajo ese seudónimo hasta su muerte.
Su marido fue perdiendo la visión y quedó postrado en cama, y Alice comentó con cercanos que ambos no querían seguir viviendo si no podían ser autovalentes. La pareja fue encontrada muerta en 1987: Alice habría respetado un pacto entre ambos, matando a su esposo primero y luego quitándose la vida, para no seguir viviendo como ancianos.